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La barbarie agroindustrial – La realidad de la alimentación orgánica

La barbarie agroindustrial

JERÓNIMO AGUADO MARTÍNEZ

El País, 16/08/2009

Abandoné el trabajo de la agricultura industrial hace más de dos décadas, e inicié los primeros pasos hacia la producción ecológica. La decisión no fue casual sino, más bien fruto de la reflexión y de comprobar como día a día íbamos desapareciendo miles de agricultores; para sobrevivir unos teníamos que eliminar a otros, forzando la emigración a la ciudad y dejando extensas comarcas prácticamente abandonadas.

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Se impuso un modelo agroindustrial que canjeaba agricultores y agricultoras por paquetes tecnológicos, fuera del control de los productores y que despreciaba los sistemas agroecológicos que durante miles de años demostraron ser capaces de producir alimentos sanos y nutritivos sin deteriorar sus ecosistemas.

Hoy, el fracaso de la agricultura moderna se expresa en la nula respuesta para acabar con el hambre en el mundo, en el deterioro medioambiental (contaminación de aguas y suelos) y atmosférico al contribuir con una cuota total de la emisión de gases de efecto invernadero del 18% en nuestro país, en la baja calidad nutritiva de los alimentos y en unos costes energéticos sobredimensionados para producir una kilocaloría de alimento.

Tomé conciencia de que con la práctica agrícola moderna cada kilocaloría de alimento que producía consumía una media de dos, y eso supuso el cambio de rumbo en mi profesión.

El informe que el Gobierno Británico acaba de publicar, cuestionando las ventajas nutritivas de los alimentos ecológicos, supone una utilización política a favor de la agroindustria, beneficiaria de todo un proceso de privatización de los recursos naturales básicos: agua, tierra, semillas y alimentos. Las prácticas agroecológicas respetan los ciclos naturales de los cultivos, potencian la fertilidad de los suelos, utilizan de forma óptima los recursos naturales, no incorporan a los alimentos sustancias o residuos que resulten perjudiciales para la salud, aportan a los animales unas condiciones de vida dignas y hacen del agricultor un artesano de la producción de alimentos con todas sus cualidades nutritivas.

Aún así, recomiendo ver alguno de los apéndices del meta-estudio de la Agencia de Seguridad Alimentaria británica, donde se reconoce que los alimentos orgánicos tienen un 53% más de betacaroteno, un 38,4% más de flavonoides, un 2,8% más de vitamina C y un 12,7% más de proteínas.

Muchos informes científicos que no salen a la luz pública demuestran que el uso de pesticidas causa un aumento de tumores cancerígenos, o que la agroecología puede contribuir a enfriar el planeta (la captación de carbono de las más de 800.000 hectáreas de producción ecológica en España supone absorber unos 33 millones de toneladas de CO2). La agroecología es, por último, la forma de mantener una agricultura que devuelva la vida a los espacios rurales abandonados, produciendo alimentos para distribuir en los mercados locales huyendo de la especulación que tanto sufrimiento acarrea en los países pobres, las verdaderas víctimas del modelo agroindustrial.

Jerónimo Aguado Martínez es agricultor ecológico y presidente de Plataforma Rural

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La realidad de la alimentación orgánica

DANIEL RAMÓN VIDAL

El País, 16/08/2009

A finales del pasado mes de julio, la Food Standards Agency del Reino Unido ha hecho público su informe sobre la comparación de la composición en nutrientes entre productos de la agricultura y la ganadería orgánica y la convencional. Es una revisión bibliográfica de artículos sobre esta temática publicados en revistas sometidas a revisión por evaluadores. Para confeccionarlo se han analizado 162 artículos publicados en el período entre 1958 y 2008 que recogen 3.558 comparaciones de composición nutricional de distintos productos de la agricultura y la ganadería. De la lectura del informe se deducen dos cuestiones importantes. La primera, la rigurosidad del trabajo realizado por el panel de siete científicos independientes dirigidos por el profesor Alan Dangour, uno de los nutricionistas más respetados en la Unión Europea. La segunda que del análisis de todos los datos se deduce que no existen diferencias significativas entre la composición nutricional de los alimentos convencionales y los orgánicos. No se analizan en este informe las diferencias en contenido en pesticidas o la mayor presencia de micotoxinas, y patógenos intestinales, ventajas e inconvenientes respectivamente, de los alimentos orgánicos sobre los convencionales. Probablemente cuando estos datos se analicen generarán resultados similares a los de este informe, ya que las diferencias descritas en algunas publicaciones científicas carecen de significado biológico, en un sentido y en otro.

Para un tecnólogo de alimentos como el que escribe estas líneas los resultados del informe no resultan sorprendentes. Confirman lo que desde hace años conocíamos. Lo que resultará atractivo es ver cómo reaccionan los defensores o detractores de la agricultura orgánica. Me aventuro a opinar que los primeros dirán que los autores del informe ignoran datos, aunque si llega este caso habrá que recordarles que los datos que faltan son datos faltos de control publicados en revistas de divulgación o en trípticos publicitarios. Los segundos afirmarán que la agricultura orgánica no tiene sentido. No comparto ninguna de las dos posturas. Defiendo a los autores de este informe al mismo tiempo que creo que la agroalimentación orgánica debe existir porque es deseada por un sector de los consumidores. Es cierto que dicho sector es mínimo y se corresponde con personas que han hecho del ecologismo su religión o con miembros de la clase media alta con poder adquisitivo que parecen muy preocupados por el medio ambiente y su salud. Con respecto a los primeros no tengo nada que objetar, ya que cada uno es libre de tener fe en lo que juzgue oportuno siempre que no interfiera en la vida de los demás. Sobre los segundos, tan sólo decir que no soy especialista en agricultura y por lo tanto no sé si la orgánica es más respetuosa con el medio ambiente, aunque la mayoría de colegas que entienden de esto ponen muchos matices a esa afirmación. Lo que si tenía claro, y ahora con el informe que nos ocupa aun lo tengo más, es que los que venden productos orgánicos y los políticos que defienden este sector de la agricultura, no deberán seguir publicitando bondades para la salud humana. Lo contrario sería intentar engañar al consumidor.

Daniel Ramón Vidal es profesor de investigación del CSIC

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