Toñy Martel
«Caminante…no hay camino…se hace camino al andar»…
A la memoria de Diego Conde Guerrero, mallorquín de pro, afincado, asimilado y apadrinado por Gran Canaria dónde echó raíces y barruntó su amor por los recovecos de esta encrespada y agreste isla de barrancos y volcanes, con el andar de quién no pierde aliento, incluso superados los setenta, holgando blanca barba, escudriñando con sus ojos azules cualquier rugosidad orogénica de la cual siempre tenía un nombre, pues su conocimiento del medio era asombroso. Recuerdo que me hablaba mucho del pinzón azul… y cuándo oía aquello ¡ya me preparaba yo!…. ¡pero claro!, sólo de esto me entenderán unos pocos….
Diego, mi tío, ese hombre espartano que nos hacía poner en fila india por aquellos campos de San Lorenzo, cuando yo y mis primos rozábamos los seis años, nos hacía caminar al borde de la carretera, a lo cual accedíamos estoicamente. Recuerdo una mañana luminosa subiendo el camino a La Milagrosa… ¡Que curiosidad me despertaba ver a ese señor con su bastón, la gorra en la cabeza, pantalones cortos, y esas piernas semi desnudas de las rodillas a los tobillos, peludas y blancas, y sin embargo, ese ímpetu poderoso del paso firme y acertado!. Siempre caminando, andando, ¡no había tiempo!, todo era caminar y mirar a las cosas de frente, no había lugar para arrumacos, ni para palabritas ñoñas, sólo disciplina, trabajo, andar y andar. Tuve poco tiempo de conocerlo, pues llegó mi pubertad y la posterior lejanía que deparan vidas y destinos distintos. Pero fue este mismo, (el destino) quien quiso que nos volviéramos a encontrar pasadas algunas décadas; justo cuando la mediana edad empezaba a ensolerarme y a hacerme consciente de lo especial que puede ser cada uno defendiendo sus convicciones, y Diego Conde era uno de ellos; no había cambiado un ápice, si, quizás la barba más blanca, el cuerpo más ancho pero robusto, y ahí estaba, peinando los setenta, seguía todavía atravesando barrancos y dirigiendo hileras de almas que no dudaban en seguirle y escucharle como si de un gurú de la naturaleza o un gnomo del camino se tratara.
Diego Conde quedará en nuestra memoria porque siempre estaba buscando caminos, descubriendo senderos y mostrándoselos a todos los que quisieran. No había palabras bonitas, tan sólo la hermosura de los pasos bien dados, el disfrute del aire, del cielo, y de la luz a lo largo del camino…
Contigo Diego, seguiré caminando, y cuando vea un pinzón azul, le sonreiré, porque te veré a ti en la inmensidad del cielo canario recortado por las rocas volcánicas, y al fondo, en el océano azul inmenso, tus ojos, y el mar.








