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España consume y contamina tres veces por encima de su «capacidad biológica»

La capacidad de carga del planeta es un término que se acuñó a finales de los años 60 para definir el límite de un ecosistema natural para absorber impactos o soportar un determinado uso. De ella se deriva un indicador de carácter global, la llamada «huella ecológica», esto es, el territorio necesario para producir los recursos que el hombre necesita y para asimilar los residuos que genera. Y las hectáreas necesarias para mantener a un solo español ascienden ya a 6,40, superando la media de la Unión Europea, que es de 4,7 hectáreas por persona.

FUENTE | ABC Periódico Electrónico S.A.

Autor: Araceli Acosta

Estos números no dejarían de ser precisamente eso si no fuera porque la «biocapacidad» (la capacidad de carga) de nuestro territorio para abastecernos y para «absorber» nuestros residuos es sólo de 2,43 hectáreas por persona. Por tanto, estamos superando en un 260 por ciento el nivel considerado sostenible. Así lo explicó ayer el secretario general para el Territorio y la Biodiversidad, Antonio Serrano, en la presentación de los resultados preliminares del informe «El análisis de la huella ecológica en España», elaborado por el Ministerio de Medio Ambiente.GRADO DE URBANIZACIÓN
Para calcular este indicador de la huella ecológica (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas acuáticos necesarios para mantener a una población) se tienen en cuenta las hectáreas necesarias para proporcionar el alimento vegetal; la superficie necesaria para pastos que alimenten al ganado; la superficie marina necesaria para producir el pescado; las hectáreas de bosque necesarias para asumir el dióxido de carbono (CO2) que provoca nuestro consumo energético, y la cantidad de hectáreas utilizadas para urbanizar, generar infraestructuras y centros de trabajo. Por tanto, es lógico que la huella ecológica vaya ligada al grado de urbanización y que las regiones con más territorio y menos pobladas den como resultado un indicador, en apariencia, más sostenible. Por tanto, atendiendo sólo a este criterio es Aragón la comunidad autónoma con una huella ecológica mayor (7,25), seguida por Cantabria (7,02), Navarra (6,96) y Madrid (6,75). En el lado opuesto de la tabla estarían Canarias (5,11), Extremadura (5,50), Andalucía (5,63) y Castilla y Léon (5,75).

UN TERRITORIO ÚNICO
El secretario general para el Territorio y la Biodiversidad tuvo en cuenta este indicador para asegurar que Castilla y León y Extremadura -también citó a Castilla- La Mancha (que tiene una huella de 6,45 hectáreas por persona, situándose en la octava región con más huella ecológica- como regiones más sostenibles, pero en cambio utilizó el resultado de dividir la huella ecológica entre la biocapacidad para asegurar que Ceuta, Melilla, Madrid y Canarias ofrecen el resultado de mayor insostenibilidad. Sobre éstos últimos lugares se advierten rápidamente sus condicionantes de escasez de territorio y alta densidad de población.
Además, la propia exposición de Antonio Serrano reconocía que «si una población consume más espacio productivo por persona del que posee es porque está importando recursos de otros territorios». Por tanto, y alejándonos de esta pretendida descentralización, lo cierto es que los españoles consumimos 2,6 veces más recursos, y generamos más residuos, que la capacidad de recarga de nuestro territorio.
Y es que, como reconoció Serrano, «el crecimiento de la economía, que avanza hacia la convergencia en renta per cápita con la Unión Europea, está acarreando notables costes ambientales». Y ahí sí que no seguimos la línea europea, pues superamos su huella ecológica (4,7 hectáreas por persona) y, además, nuestro ritmo de crecimiento del «rastro» que dejamos en el territorio entre 1995 y 2005 fue del 34%, frente al 14% de media en la UE.
Para ilustrar estos datos, Serrano utilizó el símil de conducir un vehículo por encima de la línea roja de revoluciones; al final, el motor acaba fallando. A nivel mundial esto significa que se está utilizando el planeta «en un régimen de sobrerrevolución». Lo más preocupante, según el director general, es que los incrementos en la huella ecológica son «tremendamente elevados», y en algunos países los niveles son «completamente inaceptables».
Así, un ciudadano de Estados Unidos necesita 9,7 hectáreas para cubrir sus necesidades de consumo, y un japonés 4,8. Sin embargo, el dato de Japón implica que está superando en un 560% su capacidad de recarga. Lo cierto es que estos países, más la Unión Europea, China (1,6 hectáreas por persona) y la India (0,8) consumen entre todos el 75% de la biocapacidad de la Tierra.
En los últimos años, los estudios sobre el estado del planeta ponen énfasis en la degradación sufrida por los ecosistemas a lo largo del siglo XX por la sobreexplotación de sus recursos, que ya en el año 2003 superó en un 25 por ciento su capacidad regenerativa. Esto significa que la Tierra necesitó un año y tres meses para producir esos recursos. Por tanto, nos hace falta más de un planeta para responder a nuestras necesidades. La primera vez que se superó ese índice unitario fue en los años 80. A finales de los 60, cuando empezó a calcularse, utilizábamos dos tercios del planeta, pero ahora la Tierra se nos queda pequeña.

LÍMITES DE LA NATURALEZA
La pregunta que subyace es: ¿cómo proporcionar bienestar e igualdad de oportunidades a todas las personas sin exceder los límites de la Naturaleza? En el caso de España, Serrano considera que si se cumple el 80 por ciento de los objetivos de las medidas tomadas por el Ministerio de Medio Ambiente en esta legislatura, la huella ecológica de nuestro país en 2020 se mantendría en los niveles del año 2005. Y sólo disminuiría en el caso de que se produjera un cambio social.
Precisamente ese cambio se analiza en el estudio «El comportamiento social ante el desarrollo sostenible», elaborado por el Observatorio de Prospectiva Tecnológica Industrial y por Valora Consultores. Plantea tres escenarios en España en el horizonte 2025, que dependerán fundamentalmente de la actitud de los ciudadanos y de los agentes económicos, sociales y políticos. El estudio augura un escenario «azul» propicio para dar respuesta a la exigencias del desarrollo sostenible y un escenario «depredador» dominado por la ausencia de criterios sostenibles. En nosotros está la elección.


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