Tras 18 años de polémicas, una reunión entre la familia y el Gobierno canario reflota el proyecto de Tindaya.
Fuente: El País.es
SOFÍA MENÉNDEZ / ISABEL LANDA | Fuerteventura / San Sebastián. 19/01/2011
Tindaya fue un sueño visionario de Eduardo Chillida que acabó por convertirse en pesadilla. Según él mismo reconocía, le provocaba insomnio y una «extraña úlcera». El sueño -que nació en 1985 de un verso («lo profundo es el aire») de Cántico, de Jorge Guillén, y de una visión nocturna (una montaña despojada de su interior para que el espacio entrara en ella, un homenaje a la pequeñez que nos une a todos los hombres)- encontró su montaña sagrada en 1994 en la isla de Fuerteventura. Chillida descartó parajes de Sicilia, Finlandia y Suiza al enamorarse de una tierra de basalto que a la larga le provocaría más de un disgusto. El artista entró en una eterna polémica que paralizó de manera sincopada su idea más ambiciosa y que hasta ayer mismo parecía nuevamente enterrada. Pero 16 años después de que empezara todo -y 20 días después de que cerrara el museo Chillida-Leku- la montaña mágica de Chillida revive.
En los últimos años no han faltado ni las polémicas ni los problemas judiciales: extrañas desapariciones de partidas millonarias, cuantiosas indemnizaciones y oportunos cambios legislativos para soslayar las numerosas figuras de protección con que cuenta Tindaya (el Gobierno autonómico cambio recientemente el catálogo de especies amenazadas de Canarias y ha aprobado unas nuevas normas de conservación de la montaña).
Por un lado, la voluntad del artista y el deseo de realizar su obra más ambiciosa con el apoyo de los políticos locales. Por otro, la contestación de ecologistas, arqueólogos, gemólogos y antropólogos que han defendido que vaciar Tindaya (montaña sagrada que emerge en un territorio llano cuyos acantilados parecen cambiar de color según pasan las horas del día) es un atentado al patrimonio cultural y natural de las islas. En 2008, un informe del Defensor del Pueblo cuestionaba una obra que dañaría 217 grabados rupestres podomorfos declarados Bien de Interés Cultural.

Pero el Gobierno canario relanza ahora el proyecto asegurando que su coste lo sufragarán las empresas constructoras a cambio de una concesión de la explotación del monumento y calcula que los gastos se costearán con la venta de las entradas al público. Para los detractores, sin embrago, es inverosímil suponer una afluencia de visitantes tan enorme como para, ni siquiera, amortizar los 75 millones de euros presupuestados para su realización. Y, más aún, cuando el propio museo de Chillida-Leku ha tenido que cerrar sus puertas debido, precisamente, a la falta de visitantes.
Pero según lo acordado ayer en San Sebastián, tras un concurso y en un plazo de dos meses, se dará inicio al vaciado de la montaña. Eduardo Chillida, director de Chillida Leku y uno de los ocho hijos del escultor, aseguró que reactivar Tindaya ahora solo es una casualidad. «Llevamos tiempo hablando y se han ido dando los pasos necesarios, como la declaración de impacto ambiental, que era un tema imprescindible. Ha sido una casualidad, solo eso. Tindaya es un regalo que se hizo a Canarias y solo tendremos la cesión de los derechos de propiedad intelectual como obra de nuestro padre, pero no tiene una contraprestación económica».
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