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La conciencia ecológica de Canarias

La isla de Lanzarote conmemora hoy la muerte de su artista más universal, César Manrique, que fallecía en un trágico accidente de tráfico el 25 de septiembre de 1992. Una ofrenda floral en el cementerio de Haría volverá a recordar al hombre que luchó con todas sus fuerzas para evitar la destrucción no sólo de Lanzarote, sino de Canarias. Su mensaje sigue intacto.

La Provincia, 24-09-2008

D. RIVERO – ARRECIFE

En las Islas Canarias, desgraciadamente, tenemos la misma experiencia en las islas mayores, en donde se han cometido las mayores atrocidades matando y anulando todo el encanto de lo que significaba belleza de espacio canario, pintoresquismo, paisaje y valores tradicionales, y todo por esa avidez desmedida de la torpe y urgente especu- lación, permitiendo casas de bloques desnudos y los mayores mamarrachos de colorines».

A lo largo de su vida, el artista lanzaro- teño César Manrique (Arrecife, 1919-1992) no dudó en denunciar las atrocidades urbanísticas que se cometían en cualquier rincón, no sólo de Lanzarote, sino en el resto de Canarias. Manrique aprovechaba las oportunidades que le brindaban los medios de comunicación de todo el país (aunque no dudó tampoco en alzar su voz fuera de nuestras fronteras) para exponer sus ideas sobre la manera de integrar al hombre en la naturaleza con el más absoluto respeto al medio ambiente.

César se convirtió en la conciencia ecológica de las Islas. En una voz respetada fundamentalmente por los ciudadanos de a pie. Su nombre sigue siendo, 16 años después de su muerte, en un fatídico accidente de tráfico en septiembre de 1992, sinónimo de férreo defensor de la naturaleza de las Islas. Sus manifestaciones siguen teniendo actualidad y en algunos casos son hasta proféticas. «Desde el punto de vista específicamente ecológico, la panorámica que ofrecen las Islas Canarias no podría ser más catastrófica», escribía Manrique para definir el panorama que se iba definiendo en el Archipiélago por el exceso de construcciones a lo largo y ancho de sus costas.

Manrique siempre tuvo claro, cuando ahora se habla abiertamente del cambio climático, que era necesario un cambio radical tanto en la forma de pensar como en la de actuar de los humanos en relación al medio ambiente. «Vivimos tan corto espacio de tiempo sobre este planeta, que cada uno de nuestros pasos debe estar encaminado a construir más y más el espacio soñado de la utopía. Construyámosla conjuntamente, es la única manera de hacerlo posible».

Arte-naturaleza

Para ello defendió lo que él denominó Arte-Naturaleza. «Ante la presencia espectacular del destrozo y deterioro sistemático de nuestro planeta, por ese afán desmedido de poder y riqueza, nos encontramos en condiciones de intuir, por ese escondido misterio del instinto, la catástrofe de todo lo que pudiera ocurrir, si no luchamos aportando el esfuerzo de cada uno. Todos los artistas contemporáneos, si realmente son receptivos, tenemos la obligación moral de colocar todos los conocimientos del arte al servicio del freno, en lo posible, ante las barbaries de todo tipo que se están llevando a cabo», reflexionaba Manrique.

En una época en la que pocos cuestionaban un desarrollo económico casi a cualquier precio, Manrique vislumbraba lo que ya está pasando. «Ante el exterminio suicida de nuestro planeta, la intervención de los artistas en defensa de la conservación del medio se convierte en una cuestión urgente, de máxima responsabilidad, ya que es hora de traspasar las fronteras y ampliar los ambiguos límites del Arte».

«Creo», escribía César, «que si en este ocaso del siglo XX, el hombre no es capaz de poner en orden las enormes injusticias, si no es capaz de frenar la ambición desmedida de poder y riqueza, pienso que nuestra existencia se reducirá a una autodestrucción paulatina e inexorable».

Fue a partir de la década de los años 80 cuando Manrique empezó a vislumbrar el peligro que se cernía sobre las Islas por el crecimiento desmedido de las construcciones y la destrucción del paisaje. Y fue a partir de ese momento cuando vio la necesidad de salir a la calle a denunciar todo lo que consideraba un atentado contra el patrimonio medioambiental de las Islas.

Vertiente activista

La Fundación César Manrique (institución cultural privada, sin fin lucrativo, que tiene entre otros objetivos la conservación, estudio y difusión de la obra de César Manrique y paralelamente la defensa del medio ambiente) destaca que «la vertiente activista resulta fundamental para entender la figura de Manrique y su proyección de artista social, con arraigo público y de fuerte carácter icónico para la comunidad. Su implicación, la labor de denuncia que ejerció abiertamente, su confrontación directa con autoridades y promotores, y su compromiso con los valores culturales y paisajísticos de la Isla, lo convirtieron en un símbolo, añadiendo a su personalidad creativa una dimensión sociopolítica inédita en el panorama artístico español».

Pero el discurso de Manrique también estuvo marcado por la búsqueda de esa utopía de un mundo mejor. «No voy a renunciar, bien sea con mis obras o con mis permanentes denuncias, a la lucha por nuestra supervivencia y por la conservación de nuestro entorno». En abril de 1986 publicaba en LA PROVINCIA el manifiesto Lanzarote se está muriendo, en el que a pesar de denunciar «la especulación sin escrúpulos» abría una puerta hacia la esperanza.

«Tenemos la esperanza de que con el esfuerzo de las autoridades y de los canarios de buena voluntad, podamos salvar la supervivencia de una isla única como Lanzarote y del resto de las Islas Canarias», aseguraba el artista.

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