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Las cabras se comen el verde de Inagua

G. Florido
Las Palmas de Gran Canaria

Canarias 7, 10-5-2008

Se las conoce como cabras gacela, por el colorido de su pelaje y por la velocidad con la que saltan por entre los peñascos. Sólo los pastores y sus perros son capaces de seguirles el rastro. Viven a su aire, escondidas en lomos casi inaccesibles y al amparo de soberbios machos pinaleros, los que han crecido bajo los pinares de las cumbres de Gran Canaria. Pero esa belleza silvestre choca de frente con el daño que le están haciendo al ecosistema.

ientras los técnicos del Cabildo se baten el cobre para ayudar a la maltrecha masa forestal de Inagua a recuperar el verde que le arrebató el incendio del pasado verano, que afectó a 16.000 hectáreas de la Isla, estas cabras guaniles se comen los endemismos y todo lo que crezca.

No hay un censo fiable, pero los lugareños calculan que no debe haber menos de 300. Se agrupan en manadas de 12, 15 o 20 cabras y pueden recorrer hasta 20 kilómetros en un solo día. Forman parte de esos acantilados desde tiempos ya inmemoriales y por eso los pastores y el Cabildo no pretenden erradicarlas, sino controlar su población.
Con ese fin, un grupo de nueve cabreros ha elaborado y firmado un escrito que ya fue presentado en la Consejería insular de Medio Ambiente el 7 de mayo pasado y en el que solicitan permiso para organizar una junta o apañada. Necesitan autorización porque es zona protegida. Y lo más probable es que el Cabildo les dé el visto bueno. Inagua está herida y necesita oxígeno.

Macho pinalero, joya genética

Si se le ve de frente, se le bloquean a uno las piernas. No se tiene tino ni para tirar por patas. Pero de lejos, dominando las atalayas pétreas de los lomos cumbreros, embelesa como pocos animales. De porte majestuoso, un colorido lustroso y una cornamenta bien desarrollada, asume el liderazgo de los grupos en los que se organiza el ganado guanil en Inagua. Es un tesoro genético de la raza cabrera canaria, y por eso en los años 40 o 50 del siglo pasado los usaban los pastores para mejorar el ganado. Subían a los montes y dejaban que el macho pinalero montase sus cabras, según explica Ramón García, líder de un colectivo de saltadores.

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